María Caro de las Heras recibe otro premio literario
El pasado viernes 21 de junio, en el incomparable escenario literario del Museo del Hidalgo de Alcázar de S. Juan, María Caro de las Heras recibió el primer premio de poesía de la L Edición del Certamen de Cuento y Poesía que organiza el IES Miguel de Cervantes de Alcázar de S. Juan. Premio dotado con 400 euros a los ganadores de las dos categorías. Este año, dado que el certamen celebraba sus bodas de oro, contó con la presencia de destacadas autoridades como la Subdirectora General de Centros y Programas del Ministerio de Eduación, Formación Profesional y Deportes Librada María Carrera García, el Delegado Provincial de Educación de Ciudad Real, José J. Caro Sierra, o la Alcaldesa de Alcázar de S. Juan, Rosa Melchor Quiralte. Ahora mismo es el certamen literario, organizado por un centro educativo, más antiguo de España. Por este han pasado escritores relevantes como Felipe Benítez Reyes, Ana Iris Simón, María Zaragoza, Luisa Castro entre otros.
El discurso de recogida del premio de María, sorprendió a todos los asistentes, por su brillantez, sensibilidad y riqueza literaria, al que puso colofón con la lectura de su poema "Noches de verano".
DISCURSO DE MARÍA CARO DE LAS HERAS
Buenas tardes.
Lo primero de todo, quería agradecer al jurado de este certamen por la gran oportunidad que me han brindado escogiendo mi poesía especialmente en esta edición tan importante, en este 50 aniversario. Me siento muy muy afortunada.
He preparado algunas palabras antes de leer mi poesía, un poco para contextualizar mis versos.
Hace un tiempo me pregunto cómo será mi vida cuando pase este verano. Mi verano de inocente hogar, de adolescente ruido, de vagar muda por las calles chispeantes de mi llanura seca y a la vez tan vívida.
Hace un tiempo que me pregunto cómo seré cuando pase este, nuestro último verano antes de emprender el vuelo. Y a veces temo que mi palacio de cristal se desvanezca en un suspiro y que todo cambie y que ya no sea yo ni el verano sea igual de verano.
Entonces recuerdo todas esas noches cálidas del nocturno julio, del silencioso agosto. El crepitar de los corazones jóvenes y enamorados a su manera del vivir, del ser, del estar en ese mismo lugar en ese mismo momento. Recuerdo todas nuestras locuras, todos nuestros atardeceres, todas esas risas que ya se han fundido en los recuerdos de mi alma. Y me sonríe el corazón al rememorar nuestras adolescentes siluetas tumbadas en la tierra en ruinas esperando con éxtasis el regalo del cielo. Y no puedo evitar que salga una sonrisa al recordar el brillo en los ojos, el reflejo de esas estrellas fugaces que perseguíamos cada verano. Las lágrimas de San Lorenzo.
Y me veo a mi misma escribiendo, autómata, vomitando el brillo de las estrellas en un papel mudo, dándole el alma del Agosto de mi adolescencia a un cuaderno que absorbió mi caleidoscópica versión de ese nuestro verano, y dio su primera bocanada de aire puro.
Y me veo sonriéndole a un trozo de papel que ya es un trozo de mí. Lo sentí en el alma como tantas otras veces. Y no puedo evitar emocionarme al ver que se ha mantenido viva la tinta de mis palabras, que otras almas habían hecho suyo mi pedazo de estío.
Ahora sé que el propósito de cada línea está cumplido. Ahora sé que quizá el verano que viene sigua siendo igual de verano. Que cambie todo y a la vez nada haya cambiado. Que el sol sigua quemando con fuerza y el espectro del agua sigua absorbiendo mi ser.
Quizás todos estemos en realidad destinados a ello. A vagar y dejarse llevar. A vivir nuestras noches de verano.
NOCHES DE VERANO
Si pudieras ver cómo ha llegado
majestuoso, cortante, etéreo
delirante de amor
el verano.
Si tan solo pudieras acercarte
a contemplar, muy despacio,
el vuelo de las palomas
altanero y suave sobre los tejados.
Si aún quisieras ir conmigo
hasta la entrada del paraíso
de nuestro Edén solitario
y ver cómo completa
el canto de la fuente
la carcajada de los muchachos.
Si solo pudieras quedarte conmigo
una tarde más de verano
lucharíamos airosos contra el calor mundano
en nuestro palacio de cristal
de sueños y amagos.
Nos tumbaríamos sobre la tierra
pura, blanda y palpitando
y cabeza con cabeza,
corazón en las manos,
veríamos lágrimas caer del cielo
una noche de verano.